domingo, 1 de febrero de 2015

Aixa, en el país de las maravillas

Desperté poco después del amanecer,
de fondo se oían las olas rompiendo en las rocas
y los primeros pájaros cantores;
bajé las escaleras por un vaso de agua,
volví a subir y me recosté a su lado, 
su rostro se veía relajado, 
la dulzura que emanaba ese ser era increíble, 
lo miré detenidamente
y rocé su mejilla con las yemas de mis dedos, 
su piel, suave, reflejaba la inocencia de un infante, 
su torso desnudo reflejaba la combinación perfecta
entre la madurez de un hombre y la ternura de un niño, 
su cuerpo semi envuelto entre las sábanas
me permitía contemplar todo eso que me enloquecía, 
sin abusar de mi líbido, 
me acomodé en silencio para volver a dormirme
y en un giro, me abrazó por la espalda, 
tomó mi mano y aún con los ojos cerrados, 
sonrió.
No existía un mundo alrededor,
no existía detalle que pudiera volver imperfecta la escena,
lo sentía respirar en mi cuello
y las emociones afloraban en mi pecho,
llegué a sentir palabras
que ni siquiera tenía el valor de pronunciar,
pero él dormía a mi lado,
entonces no tenía posibilidad de temblar, de dudar, de temer,
los monstruos no vendrían por mí esta vez,
y eso estaba bien,
me acurruqué en sus brazos y cerré mis ojos
suspiré relajada y sonreí..
no podía estar mejor.

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